HOMOSEXUALIDAD: A 47 AÑOS DEL FIN DEL ESTIGMA DE LA ENFERMEDAD MENTAL

El 15 de septiembre de 1973, los quince miembros del Consejo de Administración de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría votaron por mayoría retirar a la homosexualidad el estatus de enfermedad. Era la primera vez que una decisión científica de este calado se tomaba por presiones sociales y no porque existieran evidencias biomédicas, aunque existían.

“Los psiquiatras, en una encrucijada, declaran que la homosexualidad no es una enfermedad mental”. Con este titular reseñaba The New York Times el 16 de septiembre de 1973 la histórica decisión tomada el día anterior por los quince reputados psiquiatras que formaban el Consejo de Administración de la organización profesional de esta especialidad más influyente del mundo, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA).

La decisión se reflejó en la siguiente edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), la referencia imprescindible para los psiquiatras. El ‘castigo’ se levantó solo parcialmente, ya que la homosexualidad continuó siendo una patología rebautizada como orientación sexual alterada (SOD, por sus siglas en inglés), que podía ser tratada en el caso de que la persona no se sintiera a gusto con su identidad sexual.

Como explica el profesor de Ética y Política de la Universidad Estatal de California en Northridge Juan Antonio Herrero, autor del libro La sociedad gay. Una invisible minoría­, fueron los activistas gays quienes con sus protestas lograron la desmedicalización del concepto homosexual. “El escándalo dio paso a la desconfianza hacia el rigor de la ciencia, ya que se puso en evidencia que bastaba una votación para que algo considerado como enfermedad dejara de serlo”, comentó.

No es que no hubiera aval científico para la petición del colectivo gay. Por el contrario, desde que a principios de la década de 1950 Alfred Kinsey publicara el famoso informe que lleva su nombre y que demostró que el 37% de los varones encuestados había tenido al menos una experiencia homosexual, el asunto estaba en continuo debate.

Un debate que avivó la psicóloga de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) Evelyn Hooker, que en 1957 publicó el estudio La adaptación del varón abiertamente homosexual, en el que seleccionó a treinta hombres que asumían su condición de gais –los estudios anteriores se habían llevado a cabo con pacientes de psiquiatras– y treinta heterosexuales. Les hizo test y entrevistas en profundidad, que se grabaron y transcribieron. Los resultados de las pruebas, blindadas, fueron remitidos a psiquiatras de renombre, a los que la autora pidió evaluación. No hubo diferencias en el resultado entre los dos grupos.

A pesar de trabajos como el de Hooker, no hubo un estudio determinante que motivara la decisión de la APA. Pero desde 1968, año de la primera edición del DSM II, hasta 1973, algo cambió en la sociedad. El activismo gay dejó de ser minoritario para convertirse en una proclama social comparable a otros movimientos de liberación. La máxima expresión fue la marcha Stonewall Riots, celebrada en Nueva York en 1969, solo un año después de la publicación del manual.

A 47 años después de aquella controvertida votación de la APA que acabó por primera vez con el estatus de enfermedad para la homosexualidad y 30 años después de que la Organización Mundial de la Salud hiciera lo mismo, todavía quedan cosas por hacer.

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