Historia

En sus orígenes el SIDA es negado como un problema de salud pública, a lo más es atribuido a un “mal” de los homosexuales que no merecía preocupación. Con la porfía de unos pocos, las cosas debían cambiar. Hoy esos pocos se han multiplicado y forman la comunidad de ACCIONGAY. Son los legítimos herederos de la hazaña y valentía de esos pocos, que en julio de 1987 conciben los primeros pasos de la Corporación Chilena de Prevención del SIDA. (texto escrito por Manuel Rubio. Tomado de la Memoria de la Corporación Chilena de Prevención del SIDA 1997-2001. Santiago de Chile, 2001)

En la década de los ochentas Chile vivía un complejo proceso de reactivación de la lucha social y de represión masiva, en un marco de aguda crisis económica que gradualmente se fue superando. Una sociedad golpeada por la violencia y flagrantes violaciones a los derechos humanos, en la cual había temor y autocensura en gran parte de la población, pero, a pesar de ello, era una sociedad esperanzada con la posibilidad de cambio.

Quizás como una suerte de válvula de escape o de estrategia para afrontar el impacto del desempleo, el régimen militar hizo vista gorda frente a un creciente comercio sexual: toples, saunas y moteles. Gradualmente, en el ambiente gay, van surgiendo espacios de diversión. Bares y discos funcionaron sin grandes dificultades. De vez en cuando, especialmente en la época cercana al plebiscito de 1988, se hicieron allanamientos a algunas discos, producto de que el régimen intentaba mostrar una dosis de moralidad.

En ese contexto, surgen las noticias en torno a lo que la prensa sensacionalista calificó como el cáncer gay, diagnosticado a hombres homosexuales en Estados Unidos y que en el año 1984 comenzaba a ser detectado en Chile. La prensa entregaba información científica mezclada con anécdotas y juicios homofóbicos, poniendo gran énfasis en la sintomatología de éste (mal). A medida que se pudo aislar el virus, también se pudo conocer más de cerca las formas de transmisión. Sin embargo, la información orientada a prevenir era escasa e, incluso, incomprensible para muchas personas.

Ser un hombre gay en esa época fue un hecho duro. La experimentación de la sexualidad se comenzó a vivir con un profundo temor frente a una “enfermedad” desconocida. Cualquier mancha en el cuerpo era asociada a la posibilidad de haberla adquirido, generando abatimiento y dolor, vividos en el más profundo de los silencios.

Las personas que adquirieron el VIH, tuvieron que vivir su experiencia en secreto por miedo al rechazo y a la discriminación. Recibir un diagnóstico positivo de VIH era sinónimo de una muerte anunciada, acompañada por la evidente hostilidad y prejuicio de los funcionarios de salud o de otros organismos.

Así, poco a poco, entre grupos homosexuales se comienza a conversar de esta nueva enfermedad: va surgiendo la idea de que es necesario informarse y prevenir. Uno de estos grupos de amigos, en julio de 1987, comienza a gestar la idea de crear un organismo en el que sean los propios hombres gays, quienes eran los más afectados por la epidemia, los que asumieran los trabajos de prevención y cuidados de la salud con sus pares.

Este grupo de amigos comienza a organizar reuniones en un departamento de la calle Elisa Cole (Santiago Centro) en el cual vivía una pareja compuesta por Juan Carlos Silva y Pablo Navarro. Allí un número cada vez más creciente de personas comienzan a cooperar en esta organización que se empezó a denominar Corporación Chilena Contra el SIDA. 

Durante la semana un grupo que iba rotando se encargaba de preparar la actividad que se realizaba los sábados: una charla generalmente dada por un médico, un foro vídeo o una discusión plenaria. Luego surge la idea de crear un espacio de reflexión los días domingo en la tarde, en el cual se abordaban temas como la sexualidad, la vida en pareja, la familia y otros de ese estilo. Había un gran entusiasmo por gestar iniciativas y participar en ellas. Todo iba surgiendo espontáneamente, sin mayor planificación ni una conducción muy clara. 

Cada vez llegaba más gente a un espacio muy pequeño. La intimidad del espacio familiar de Juan Carlos y Pablo se fue perdiendo. Por ello se estableció el compromiso de que la primera tarea de la Corporación sería arrendar un lugar propio. El plazo: enero de 1988. Después de esa fecha se dejaría de contar con el departamento indicado.

El plazo fatal llegó y no se tenían los recursos que permitieran arrendar un lugar propio por un espacio de tiempo suficiente para asegurar la continuidad. El acuerdo se respeta, pero con el convencimiento inicial de que la experiencia no podía interrumpirse.

Un grupo de 6 personas, que habían constituido la Comisión de Difusión, se siguen reuniendo semanalmente en la casa de uno de ellos: Jorge Guzmán. Sin duda, otras personas también lo hicieron, pero los grados de coordinación eran escasos.

Este grupo de difusión, compuesto por Ernesto Gundlach, Francisco Arias, Gustavo Hermosilla, Jorge Guzmán, Manuel Rubio y Sergio León (fallecido por una crisis de salud producto del VIH), es el que asume los contactos con el Ministerio de Salud, buscando formas de darle continuidad a la Corporación. Supuestamente en el MINSAL había interés y se pide que se formule un proyecto para destinar fondos. Los proyectos se hicieron, aunque los fondos nunca llegaron.

A pesar de no contar con un espacio físico, se siguió trabajando y planificando el futuro de la Organización cuando esta nuevamente contara con un lugar para su funcionamiento.

Manuel Rubio gestiona en su trabajo, un programa de American Friends Service Commitee, la posibilidad de apoyo. Los Cuáqueros aceptaron dar un aporte inicial de dos mil dólares, el cual se repetiría durante varios años. Ese aporte el que permitió arrendar un local y dar continuidad al trabajo. El resto hubo que sacarlo de los bolsillos de los activistas de entonces.

En la inauguración de la sede ubicada en la calle Porvenir 464 hubo alegría y celebración cuando el 28 de julio 1988 la casa se fue llenando con alrededor de 40 personas dispuestas a integrarse al trabajo qué se reiniciaba. Antes hubo otra pequeña, pero simbólica inauguración. El grupo de amigos sentados en el suelo (no había sillas) celebró el arriendo comiendo un pollo con papas fritas y brindando con bebidas.

Dado que la Corporación era un organismo comunitario generado, desde y para el ambiente homosexual, se logró que los funcionarios del MINSAL pusieran en antecedentes a carabineros y detectives del sector para evitar eventuales hostigamientos. La homofobia podía aparecer en cualquier momento.

Allí, todos los días se desarrollaban reuniones y talleres, se instaló la primera línea telefónica para atender consultas sobre sexualidad y SIDA, se articularon las primeras capacitaciones, se iniciaron las primeras actividades de apoyo a las personas viviendo con VIH y se reflexionó sobre la situación de los hombres homosexuales en la era del SIDA.

En ese momento la información era un arma fundamental para prevenir la transmisión y los conceptos se articularon según los conocimientos de la época. Si bien existían iniciativas orientadas a trabajar el proceso de aceptación de la homosexualidad, así como de difusión del uso del condón, la información científica era la herramienta clave. Surgen los primeros servicios especializados para la población homosexual.

Hoy, la Corporación Chilena de Prevención del SIDA sigue hundiendo sus raíces en la población homosexual chilena, de la cual se nutre, extrae aprendizajes que aplica y comparte. Para el futuro se ha escogido el nombre ACCIONGAY, como un elemento de la estrategia comunicacional, por ser de más ligera pronunciación, asimilación y simbolización del trabajo organizacional.