Cada 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial del SIDA. Este día las organizaciones y activistas de todo el mundo se unen para apoyar a las personas que viven con el VIH o están afectadas por el virus, y para recordar a las que han fallecido por enfermedades relacionadas con el SIDA.
Si bien, se evidencia que actualmente en el mundo hay una ralentización en el ritmo al cual se van reduciendo las nuevas infecciones por el VIH, se va aumentando el acceso al tratamiento y se va terminando con las muertes relacionadas con el SIDA el año 2019, 1.7 millones de personas contrajeron el VIH, en la actualidad hay 38 millones de personas viviendo con VIH en el mundo y 690.000 han muerto a causa por enfermedades relacionadas con el SIDA.
Este 2020, toda la preocupación ha estado puesta sobre la pandemia de la COVID-19 y sobre cómo esta ha afectado la salud de cientos de personas en Chile y en el mundo. Esta epidemia ha puesto sobre la mesa una vez más que la salud se interrelaciona directamente con otros problemas fundamentales, tales como; la pobreza, la reducción de la desigualdad, los derechos humanos, la igualdad de género y la protección social.
El COVID-19 ha demostrado que, en tiempos de pandemia, nadie está a salvo hasta que todos estamos a salvo. Para acabar con las pandemias del VIH y del Coronavirus, coincidentes en el tiempo, es clave eliminar el estigma y la discriminación, poner a las personas viviendo con VIH en el centro de la pandemia, reafirmar las respuestas desde el estado en los derechos humanos y adoptar enfoques con perspectiva de género, diversidad sexual y pertinencia cultural.
La pandemia del COVID-19 ha develado las enormes desigualdades enquistadas en nuestra sociedad. Esta crisis sanitaria, como muchas otras, está golpeando con más fuerza a los más vulnerables. Todos hemos visto cómo la crisis del Coronavirus ha exacerbado los desafíos a los que se enfrentan las personas que viven con el VIH, las personas de la diversidad sexual, las personas trans y los grupos de poblaciones clave.
Entre los grandes retos que se han visto magnificados está el de acceder a una atención sanitaria adecuada, lo cual se ha tornado aún más complejo. Del mismo modo, hemos comprobado con qué magnitud las desigualdades sociales y económicas han aumentado la vulnerabilidad al VIH de los grupos especialmente vulnerables. Sin embargo, esta crisis también pretende llamar nuestra atención para que se actúe, se presenta como una oportunidad para hacer las cosas de forma diferente. En muchos aspectos, el poner fin al SIDA como amenaza de salud pública depende de cómo se logre responder al COVID-19.
El liderazgo y el compromiso de las organizaciones y grupos claves, han sido instrumentos fundamentales para lograr el éxito en la respuesta al SIDA, también están siendo cruciales para responder a la COVID-19. Existen muchos ejemplos que nos demuestran que el activismo de las comunidades y la solidaridad, una vez más, han sido de suma importancia para brindar a las personas afectadas y viviendo con VIH información, servicios, protección social y esperanza. Sin embargo, dicha solidaridad no puede ser responsabilidad exclusiva de las comunidades y las organizaciones sociales. En primer término El estado, el gobierno, la sociedad civil, tenemos que contribuir para hacer de nuestro país un lugar más seguro.
COMUNICACIONES ACCIONGAY