CHILE Y LA DISCRIMINACIÓN HACIA EL COLECTIVO LGBT+

La discriminación en Chile hacia la comunidad LGBT+ no es un hecho desconocido, ni mucho menos deja de ser preocupante. No hablamos solo de los trágicos homicidios perpetrados contra Daniel Zamudio, Anna Cook, entre tantos otros casos, sino también de aquellas discriminaciones que sufren a diario personas por su identidad, orientación y expresión sexual no heterosexuales.

La discriminación, en este caso “arbitraria”, se entiende como toda distinción, exclusión o restricción que carece de una justificación lógica, impidiendo el ejercicio legítimo de los derechos fundamentales contemplados en la Constitución Política. En particular, en las siguientes líneas me referiré a la discriminación arbitraria hacia las disidencias sexuales.

A pesar de que este tema posee diversas aristas, lo cierto es que la discriminación se trata de una cuestión de índole cultural incuestionablemente. Y lo es porque se gesta a partir de la incorporación de estereotipos que nos acompañan desde que nacemos, desde que nuestros padres nos enseñan que el color azul es para hombres y el rosa para mujeres, que los primeros deben ser fuertes y las segundas delicadas, que el amor es entre el hombre y la mujer, y un largo etcétera. El sistema patriarcal que ha dejado este legado ha estado presente desde los inicios de nuestra sociedad, articulando como valores centrales la importancia de lo militar y de la Iglesia Católica en lo social y configurando un sistema machista-patriarcal que se perpetúa hasta el día de hoy.

Así es como, haciendo uso de dichos dispositivos sociales, principalmente el hombre hetero cis género ha logrado posicionarse como el “mantenedor” de la sociedad, en la cual tode aquel que escapa a sus valores heteronormativos se ve enfrentade a una desprotección – e incluso violencia – frente a una sociedad fuertemente homo-lesbo-trans-fóbica que rechaza todo estilo de vida distinto a lo tradicional.

Ahora bien, cuando se habla particularmente de la comunidad LGBT+ en la sociedad chilena, desde 1990 hasta 2020, observamos discretos avances. Por ejemplo, en comparación a la década de los 80, actualmente existe un tratamiento que permite incluso evitar la muerte de personas seropositivas (aunque la Serofobia sigue fuertemente presente). Luego, hacia la década de los 90, se elimina la homosexualidad como psicopatología.

No obstante, en el ámbito jurídico, recién en el año 2012 fue promulgada la Ley Antidiscriminación (más conocida como Ley Zamudio) luego del terrible asesinato de Daniel Zamudio a manos de cuatro sujetos por motivo de su orientación sexual. Aun con el supuesto amparo de la ley, nuevamente en el año 2017 ocurre otro lamentable caso: Anna Cook fue una joven lesbiana víctima de violación y asesinato; mientras que, en 2019, Carolina Torres fue víctima de una golpiza cuando iba de la mano con su polola en la comuna de Pudahuel. Tanto estos como muchos otros ejemplos de violencia nos hacen cuestionarnos qué garantías tienen las personas LGBT+ en nuestro país frente a actos de odio injustificado por su identidad, orientación y expresión sexual.

Lo anterior ilustra el panorama actual de nuestra sociedad chilena. Una que no sólo discrimina a gays, lesbianas y transexuales por tener una orientación y expresión sexual no heteronormadas, sino que también nos violenta y asesina. Parece entonces importante plantear la necesidad de un punto de inflexión, en el cual miremos en perspectiva el sistema patriarcal como un régimen social, cultural y político que se ha mantenido desde los orígenes históricos y ha echado sus raíces tanto desde la Iglesia Católica como desde el machismo, construyendo una realidad en torno a lo que es anormal, lo que es pecado, lo que es amoral, etc., y que en consecuencia, permite y promueve la exclusión y el rechazo hacia la población LGBT+.

Como punto final, quisiera destacar que aún como sociedad deseamos que la psiquiatría despatologice las diversas orientaciones y expresiones sexuales, que los jueces dicten leyes que protejan efectivamente la vida y la dignidad del mundo LGBTIQ+, que las religiones dejen de promover el odio injustificado hacia la diversidad, que el machismo no cause más daño a mujeres, niñes, gays, trans, entre una larga lista de pendientes. Sin embargo, y como punto a favor, gracias a la era de la información y su instantaneidad, nuestra diversidad sexual parece haber encontrado su lugar de influencia junto con el activismo virtual y las redes sociales, desde donde ya no duda en hacerse escuchar, combatiendo el odio injustificado con el arma de la educación, derribando mitos a través de la información y reemplazando el rechazo por la tolerancia.

Javier Ramos Urzúa, activista ACCIONGAY